sábado, 2 de julio de 2011

La Música y la Inteligencia

En años recientes ha surgido una controversia relacionada con si el escuchar cierto tipo de música tiene el efecto de aumentar las capacidades cognitivas o la inteligencia. Ciertamente, se ha observado un efecto que apunta en dicha dirección. Sin embargo, parece ser que esto es más bien un efecto temporero. Es decir, se produce un aumento medible en ciertas capacidades intelectuales que desaparece al cabo de un corto tiempo. Por otra parte, se sabe que ciertos tipos de música, como por ejemplo, los movimientos lentos de la música clásica barroca ayudan a crear un estado de relajación alerta en el que se puede aprender más eficientemente.

Por otra parte, Peter Perret director de la sinfónica de Winston-Salem (ninguna relación con los cigarrillos Winston o Salem) en Carolina del Norte organizó un programa en el que un grupo de cinco músicos interpretaba música e interactuaba con estudiantes de primer grado. Pasados más de dos años este grupo de estudiantes, ahora en tercer grado, obtuvo puntuaciones notablemente superiores en las pruebas estatales que el grupo de tercer grado que les precedió.

Ahora bien, cuando hablamos no ya de meramente escuchar música sino de estudiarla, la evidencia es clara, al menos en cuanto a los niños. Se ha encontrado que estudiar música tiene unos efectos benéficos sobre las capacidades intelectuales de los niños.

A todos los participantes se les hicieron pruebas de inteligencia antes de comenzar el estudio y luego de finalizado. Se encontró que en los dos grupos que recibieron lecciones de música hubo un aumento en varias medidas de inteligencia mayores que en los otros grupos. El grupo que recibió lecciones de arte dramático también tuvo un aumento, pero éste no fue en las áreas relacionadas con el desarrollo cognitivo sino en el área de conducta y adaptación social, un área que no cambió en los que recibieron lecciones musicales. El grupo que no recibió lecciones musicales ni de arte dramático registró un aumento menor en las pruebas.

Fuente: El Observador evangélico

Alexander Fleming, su ciencia y sus manías



En el seno de una familia campesina que vivía en Ayrshire, Escocia, nace en agosto de 1881 Alexander Fleming. Si bien por la situación económica de sus padres la educación que obtuvo en sus primeros años no fue demasiado elevada, a los veinte años, gracias a una herencia, pudo estudiar medicina.

Su investigación estuvo basada en la búsqueda de sustancias que ataquen a las bacterias sin dañar al hombre. Durante su carrera, realiza estudios en quimioterapia, inmunología y bacteriología. Describió la lisozima, enzima presente en las lágrimas y la saliva que actúa como barrera frente a las infecciones.

Gracias a su manía de conservar apiladas en su mesa de trabajo las placas viejas en las que había experimentado haciendo crecer bacterias; por fumar cerca de ellas con cierto descuido; y por las temperaturas fluctuantes de un fin de semana londinense de 1928, la casualidad hizo que el tratamiento de las enfermedades infecciosas se revolucione.

En su laboratorio de la Facultad de Medicina del Hospital de Santa María, Fleming vio que en las placas había un moho que procedía de una espora que la había contaminado. Se cree que durante el tiempo frío el moho se desarrolló lo suficiente para producir penicilina. Al subir la temperatura, pudieron crecer las bacterias que había inoculado.

Durante años, no pudo producir suficiente penicilina pura como para probar su hipótesis en un animal enfermo, aunque de todos modos el descubrimiento ya se iba comentando en los círculos científicos. Tiempo después, este descubrimiento se recordaría como el cambio drástico que habilitó la era de los antibióticos.

Por otra parte, fue miembro del Chelsea Arts Club, un club privado para artistas fundado en 1891 por sugerencia del pintor James McNeil Whistler. Según la anécdota, fue aceptado después de realizar pinturas que consistían en pintar el lienzo con bacterias pigmentadas que eran invisibles mientras se pintaba pero que, una vez crecidas después de incubar el lienzo, cobraban colores intensos.

Gracias a sus aportes, comparte en 1945 el Premio Nobel de Medicina con Ernst Boris Cain y Howard Walter Florey.

miércoles, 29 de junio de 2011

Beneficios del silencio

Cuando la Western Union le pidió a Thomas Edison que “mencionara un precio” por el teletipo que había inventado, él le pidió varios días para pensarlo. Su esposa le sugirió $20 000, pero él pensó que esa cantidad era exorbitante.

A la hora acordada fue a la reunión todavía no muy seguro de la cantidad que iba a pedir cuando el oficial le preguntó: “¿Cuánto?” Él trató de decir $20.000, pero las palabras no le salían de la boca. Finalmente el oficial rompió el silencio y le preguntó: “Bien, ¿qué le parece $100.000?”

¡A menudo el silencio le permite a otros decir algo mejor de lo que hubiéramos dicho nosotros mismos! Al quedarnos callados otros se interesan más por nuestros pensamientos; entonces cuando tenemos una audiencia interesada, nuestras palabras tienen mejor impacto.

En ese sentido, el silencio puede evitar que nos veamos en una situación embarazosa. ¡La gente puede pensar que somos más inteligentes de lo que realmente somos!
Cuando se sienta movido a expresar una opinión, mida el impacto de sus palabras y mantenga esto presente: “Entre menos diga, mejor”. ¡No podemos buscarnos problemas por lo que no hemos dicho! Como Edison, nosotros podemos beneficiarnos de nuestro silencio.

A menudo me arrepiento de lo que dije; nunca de haberme callado.

lunes, 27 de junio de 2011

Bienaventurados los que ríen
Se cuenta que el célebre actor Groucho Marx envió una original postal de felicitación de cumpleaños a un amigo.
En ella le decía: “ Si sigues cumpliendo años, acabarás muriéndote ”. Puede que no sea la felicitación más tierna, pero si será una de las más divertidas.

Su imaginación parecía no tener límites. Prácticamente todas las películas que protagonizó con sus hermanos estaban llenas de sus frases “ingeniosas”:

En "Un día en las carreras" va detrás de casi todas las mujeres que encuentra, y se defiende ante su prometida diciendo: " ¿Qué por qué estaba con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho me recuerda a ti más que tú misma ".

Cuando en "Amor en conserva" Marilyn Monroe viene a pedirle ayuda porque un hombre la persigue, Groucho dice " ¿Sólo uno? ".

Sigue la cascada de momentos jocosos en otros filmes:

Trabajábamos como un solo hombre, es decir, uno daba el callo y los demás nos escaqueábamos

Tiene usted el cerebro de un niño de cuatro años, que debe andar como loco buscándolo ahora

Y seguro que nos falta espacio para reseñar sólo algunas de sus frases en las entrevistas...

" Estos son mis principios, y si a Usted no le gustan, tengo otros "

" Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y que no quepa ninguna duda "

" Partiendo de la nada, alcancé las más altas cimas de la miseria "

Por si fuera poco, el célebre Groucho mandó poner en su tumba el siguiente epitafio:
" Perdone que no me levante, Señora ".

Alguien dijo una vez “Bienaventurados los que se ríen de sí mismos porque nunca se les acabará la fiesta” ¿Sabes? a veces olvidamos el valor que tiene el buen humor. Me refiero a la risa limpia, al humor claro que pueden entender hasta los niños.

La alegría, la risa, el humor, la bondad de un rostro feliz son cosas que Dios ha creado, y que El mismo disfruta cuando las ve en nuestro corazón.

Y tiene un valor medicinal increíble: Nuestra vida sería muy diferente (incluso físicamente) si aprendiésemos a reír un poco cada día. Empezando por reírnos de nosotros mismos. Empezando por no darle trascendencia a cosas simples e inútiles. Empezando por abrir nuestro corazón a la alegría y al buen humor.

Pruébalo. No necesitas ser un humorista de primera línea para pasar momentos felices con tu familia. No tienes que ser un "Groucho" para abrazar con una sonrisa a tus amigos, a los que amas... y sobre todo a aquellos que tienen necesidad de que alguien les sonría.

Y aún a aquellos que no nos entienden ¿por qué no?... Una sonrisa sincera siempre tiene mucho valor.
Autores:जैमे Fernández Garrido

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