viernes, 16 de diciembre de 2011

Dos estudios muestran el gran poder de las caricias

Dos estudios muestran el gran poder de las caricias


 
El contacto físico con la madre modifica la respuesta del cerebro protegiendo de sustancias que crean adicción. Los gemelos también se acarician en el vientre materno.

Las caricias son remedio para muchos males.  Un estudio realizado por la Universidad de Duke (EE UU) junto con la Universidad de Adelaida (Australia) y publicado en The Journal of Neuroscience, afirma que las caricias maternas durante la infancia podrían ayudar a los niños de hoy a “resistir” la tentación de consumir drogas y otras sustancias adictivas cuando alcancen la edad adulta.

Según explica Staci Bilbo, neurocientífica y coautora del trabajo, en experimentos con ratas han comprobado que  tener mucho contacto físico con la madre aumenta la producción de una molécula del sistema inmune llamada Interleucina-10 (IL-10) que es capaz de modificar la respuesta del cerebro ante sustancias que crean adicción.

Durante la investigación, los cerebros de los animales que habían recibido más caricias maternas tras nacer tenían más genes activos destinados a producir esta sustancia. Tras consumir una droga como la morfina, en el cerebro de los mamíferos se activan células de la glía que producen moléculas inflamatorias que mandan señales a un centro de recompensa llamado núcleo accumbens. Sin embargo, cuando entra en juego la molécula IL-10 contrarresta esta inflamación y reduce la señal de recompensa, lo que evita que se cree una adicción.

Sorprendentemente, cuanto más arrumacos maternos se ha recibido en edades tempranas, mayor es la capacidad de producir esta sustancia.

Fuente: ProtestanteDigital

lunes, 12 de diciembre de 2011

El día que Ali boxeó contra la muerte


Este video va sobre un gran boxeador y su historia en el boxeo. En parte es para ke aprendamos de el como persona...
| Quique Peinado
Tal día como hoy hace 30 años, Muhammad Ali, lamiéndose las heridas de su combate contra Trevor Berbick la noche anterior, anunciaba oficialmente en un hotel de Nassau (Bahamas) que no volvería a boxear. Sin embargo, todo el mundo sabía que nunca debió subirse al ring aquel día: los evidentes signos de degeneración física que le llevaron al Parkinson ya estaban presentes. Ésta es la historia de una pelea, la última, que mancilló la leyenda del más grande.
Los boxeadores son los deportistas más difíciles de tratar. Para subirse a un ring generan una autoconfianza y una seguridad a prueba de raciocinio. Ellos siempre pueden ganar, siempre hay una excusa en la derrota, no hay un reto imposible. Si no tuvieran esa coraza kamikaze, no podrían afrontar la idea de encerrarse entre 16 cuerdas para jugarse la vida.