sábado, 29 de septiembre de 2012

NO DESPERDICIES TU VIDA

   o<em> No desperdicies tu vida</em>

  José Antonio Hurtado
Tengan cuidado de cómo se comportan. Vivan como gente que piensa lo que hace, y no como tontos. Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos viviendo tiempos muy malos. No sean tontos, sino traten de averiguar qué es lo que Dios quiere que hagan. Efesios 5:15-17 (Biblia, traducción lenguaje actual)

En la actualidad existen muchas maneras en las cuales invertir la única vida humana que viviremos. Observamos la manera en cómo hombres y mujeres invierten su tiempo y energías en alcanzar algún ideal o algunos de los muchos sueños, que según ellos piensan, con la realización de estos, alcanzarán el éxito y por ende la felicidad. Así vemos que la pasión de algunos es el dinero, saben cómo ganarlo, invertirlo y multiplicarlo. El Señor JESÚS contó una parábola en la que un hombre hace planes para el futuro: “Después me diré: ¡Ya tienes suficiente para vivir muchos años! ¡Come, bebe, diviértete y disfruta de la vida lo más que puedas!" Pero Dios le dijo: "¡Qué tonto eres! Esta misma noche vas a morir, y otros disfrutarán de todo esto que has guardado" (Lucas 12:19,20. La Biblia, traducción actual).

La pasión de otros en la vida es el poder. Ninguna ambición le satisface porque extender su poder no tiene límites ni fronteras, sino el dominar a los demás, y cuanto mayor tiempo mejor. Obtener un cetro y conquistar un trono es el supremo bien para ellos. Se cuenta que Alejandro el Grande, encontrándose al borde de la muerte, convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos: Primero que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época. Segundo que los tesoros que había conquistado, plata, oro y piedras preciosas fueran esparcidos por el camino hasta su tumba. Tercero que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos. Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro que cuáles eran las razones para pedir tales cosas, y Alejandro le explicó: “Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen ante la muerte, el poder de curar. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos”. Sobre su tumba se escribió el siguiente epitafio: Una tumba basta para aquél a quien no bastó el mundo.

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