jueves, 17 de noviembre de 2011

El valor de una manzana: Steve Jobs




La muerte alcanzó a Steve Jobs, el consejero delegado de la empresa Apple, a quien la revista Fortune consideró “el empresario de la década”. La mística de Jobs es formidable. Su figura encumbrada bajo el nombre de gurú, visionario, pionero o genio, por sus contribuciones al mundo de la tecnología, parece dejar un espacio vacante. Más allá del mito enaltecido por los cánones que dicta el “sueño americano” (exitoso emprendedor fraguado desde abajo, que invirtió todo lo que tenía por sacar adelante sus ideas y su proyecto), Jobs era un empresario astuto que consiguió volverse multimillonario antes de cumplir los 25 años.
Está claro que el ‘alma mater’ de Apple fue uno de los grandes innovadores y cambió la manera de hacer negocios. Se lo asocia a la creación de una larga serie de avances tecnológicos pero, tal vez, uno de sus logros más visionarios es haber sabido conectar muy bien la tecnología con las tendencias y el diseño, organizando todo un ecosistema alrededor de sus propios productos.
Jobs era hábil para vender su trabajo, aunque tuviera que desfigurar los hechos hasta para que su público estuviera dispuesto a pagar más por sus productos que por los de la competencia. Son varios los productos que Apple lanzó al mercado llenos de defectos y falencias, (el iPhone es buen ejemplo de ello). Sin embargo el éxito siempre lo tuvo asegurado.

Esto nos lleva a preguntarnos cómo se sostiene tal superioridad de mercado sobre una base inestable. No se trata entonces únicamente de una cuestión de productos o de cálculos, sino de emociones. Steve Jobs fundó no sólo una empresa que desarrollaba tecnología, además supo organizar una factoría de emociones en el ámbito de la informática. El consumidor de Apple es fiel incondicional, y la imagen de la manzana mordida es todo un atractivo que provoca una constelación de emociones, generando afinidad, identificación y valor. Precisamente en las últimas tres décadas Jobs redefinió la tecnología y la forma de consumo, basándose en lo que se conoce como Emocional Branding.
Quienes estaban cerca de él lo definían como una persona egocéntrica, perfeccionista, ambiciosa y obsesionado con la competencia. No obstante su branding personal estaba tan correctamente trazado que se le atribuye la invención de una nueva tecnología, a pesar de no haber creado los teléfonos inteligentes, ni las tabletas, ni los reproductores digitales de música. Claramente Steve Jobs era un empresario del que tenemos mucho que aprender, que forjó un modelo de negocio que muchos intentan imitar y que además sabía presentar un discurso muy motivador. Seguramente, aún después de su muerte, podremos seguir bebiendo de su legado.

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