El número de cursos de cuarto nivel aumenta en el mundo y la competencia profesional se intensifica. Dispuestos a invertir dinero y tiempo en sus estudios, a veces con deudas a cuesta, los jóvenes no siempre se benefician con las contrapartidas de sus esfuerzos. Con o sin título, encontrar un empleo no resulta simple
Mallory, estudiante francesa, es espabilada y decidida. En maestría
de derecho luchó para orientar su vida de la manera que quería. “Elegí
estudiar para poder ejercer un trabajo que me guste y también para
demostrar que ser hija de obreros no es necesariamente una fatalidad”,
cuenta explícitamente.
La joven, de 23 años, forma parte de las numerosas personas que se plantean la meta de obtener un diploma para ampliar sus oportunidades de empleo y su nivel de vida.
Como el caso de esta joven, el número de individuos que estudia es cada vez más elevado en el mundo; los diplomas se banalizan y la competencia se incrementa. Para una parte de los estudiantes, la decisión de formarse puede tener consecuencias significativas. “Para estudiar, se sacrifica mucho dinero, de hecho se renuncia al tiempo libre como el de las vacaciones. Trabajo cada verano pero no es suficiente así que tuve que recurrir a dos préstamos. Reembolsar 4.000 euros en total no va a ser una cosa fácil, y cuando lo pienso me pongo aterrorizada”, confiesa Mallory.
Resultante de un medio modesto, la joven que, sociológicamente, tiene menos oportunidades de éxito, también tuvo que entrar en el círculo vicioso del endeudamiento. Un estudio publicado por el Observatorio nacional de la Vida Estudiante (OVE) muestra que el 6,4% de los estudiantes franceses contrajo un préstamo en 2009 y el 28,4% se declaró muy insatisfecho de sus recursos.
La joven, de 23 años, forma parte de las numerosas personas que se plantean la meta de obtener un diploma para ampliar sus oportunidades de empleo y su nivel de vida.
Como el caso de esta joven, el número de individuos que estudia es cada vez más elevado en el mundo; los diplomas se banalizan y la competencia se incrementa. Para una parte de los estudiantes, la decisión de formarse puede tener consecuencias significativas. “Para estudiar, se sacrifica mucho dinero, de hecho se renuncia al tiempo libre como el de las vacaciones. Trabajo cada verano pero no es suficiente así que tuve que recurrir a dos préstamos. Reembolsar 4.000 euros en total no va a ser una cosa fácil, y cuando lo pienso me pongo aterrorizada”, confiesa Mallory.
Resultante de un medio modesto, la joven que, sociológicamente, tiene menos oportunidades de éxito, también tuvo que entrar en el círculo vicioso del endeudamiento. Un estudio publicado por el Observatorio nacional de la Vida Estudiante (OVE) muestra que el 6,4% de los estudiantes franceses contrajo un préstamo en 2009 y el 28,4% se declaró muy insatisfecho de sus recursos.
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