Dicen que alguna decisión es mejor que ninguna decisión.
No sé si será verdad o no, lo que es innegable es que los resultados que se
obtienen en cualquier aspecto de la vida son siempre consecuencia de lo que
hacemos, pero también de lo que dejamos de hacer.
Decidir, representa tener el control, significa ejercer el poder, aplicar la autoridad que se tiene sobre determinado espacio o
condición, y ya sea que elijamos hacer
tal cosa o no hacerla, si es producto de nuestra propia voluntad estaremos
ejerciendo un privilegio.
Resulten bien o no
las cosas que elijamos hacer, siempre será mejor
afrontar las consecuencias de nuestras propias decisiones que las
consecuencias de las decisiones de los demás.
A diferencia de los
sentimientos de incertidumbre e inseguridad que producen la indecisión y el
titubeo, cuando se dispone sobre el desarrollo, el fin o destino de algo aún
corriendo el riesgo de equivocarnos, la manera de sentirnos al respecto es muy
diferente. Nada puede compararse con la
maravillosa felicidad que se experimenta ante el placer de ejercer nuestra
libertad de decidir.
"Al hombre se
le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas,
la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para
decidir su propio camino"
.
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Víctor Frankl
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