Publicado por jorgellop
Susana y Javier
El día de S. Valentín, leí este artículo en el Mundo. Es muy humano y nos permite entender a todos aquellos que tienen dificultad auditivas.
“Javier de Torres y Susana Castaño se conocieron como otras muchas parejas. Un encuentro casual en un bar, el chico se acerca a la chica, un par de preguntas para entablar conversación y respuestas que suscitan un interrogante: “¿Eres sorda?” Pues sí. Pero me sorprende que te hayas dado cuenta“, dijo ella. “Es que se te nota“, respondió él. La sinceridad de ambos, lejos de abortar ese primer contacto, dio pie a una larga charla. Javier le pidió el teléfono, la llamó y hasta hoy.
Pero su historia de amor no fue fácil. A los tres días de trasladarse desde su Zamora natal a Madrid para estudiar arquitectura, Susana sufrió un grave accidente que cambió su vida. Una de las grúas que se utilizaban para la construcción de la línea de metro de Ciudad Universitaria se le vino encima y le aplastó. Sufrió la rotura de varios huesos y graves daños internos. Permaneció tres meses en coma y despertó con apenas un 15% de audición.
Tuvo que aprender a oír con audífono, superar el rechazo de sus compañeros de clase y las dificultades para entender al profesor. “De esa etapa en la Universidad no tengo amigos“, afirma esta trabajadora del servicio de disciplina urbanística del Ayuntamiento de Madrid, cuya apariencia y desenvoltura no delatan su discapacidad auditiva a primera vista.
Javier es madrileño y tiene 42 años, dos más que Susana. Es economista, ejerce de consultor y durante el primer año de su relación pasó largas temporadas fuera de casa por su trabajo. Se comunicaban por principalmente por chat.
”Ahora soy más paciente, he tenido que aprender a escuchar, a mirarla y a ponerme del lado derecho cuando hablo, para que Susana me oiga“. Pese a ello, ambos comentan resignados que a veces no se entienden.
En casa ven siempre programas subtitulados, a pesar de que aseguran que los textos no se corresponden con la realidad”, y en el cine, películas en versión original. “Además, intento modular la voz, porque antes arrastraba mucho las palabras. Pero no todo son inconvenientes: Puedo poner la música y los partidos de fútbol a todo volumen, porque ella no se entera“, bromea Javier.Para Susana tampoco es sencillo. “No oigo el timbre de puerta, ni la radio o la televisión, a no ser que estén a todo volumen. He aprendido a distinguir los sonidos y a leer no sólo los labios, sino también los ojos, que son muy expresivos. A una persona con gafas de sol no la entiendo“, dice.
Nos dan un consejo para tratar a los sordos: “Cuando traten con sordos, no les chillen. Vocalicen y mírenlos“.
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